Faltaba un minuto para la medianoche y ella se disponía a marcharse cuando una mano se posó sobre su hombro reteniéndola. Se quedó parada por unos momentos mirando esa mano y con cariño la dirigió hacia él. El silencio que había reinado hasta entonces se veía ahora roto por la primera campanada que indicaba que ya eran las doce. Nerviosa, le quitó apresuradamente la mano de su hombro y echó a correr en dirección a la puerta. Las escaleras se iban aproximando a ella rápidamente y procurando no caerse bajó los escalones de dos en dos. La segunda campanada se dejaba ya oir al igual que unos decididos pasos tras ella. No se volvió para comprobar quién era, sino que siguió corriendo, con el viento revolviéndole el pelo y aquella sesación de angustia oprimiéndole el pecho. El sonido de la tercera campanada retumbaba en sus oidos. Esta vez estaba segura de quién la perseguía incansablemente ya que él no paraba de gritar su nombre en la fría y oscura noche. La cuarta campanada no se hizo esperar y con ella la preocupación de la muchacha crecía. Él estaba ya muy próximo a ella y cogiéndola de la mano, la detuvo. Ella no tuvo más remedio que darse la vuelta e intentar explicarle atropelladamente su situación. En todo aquel mar de confusas palabras, gestos que iban y venían, sonó la quinta campanada y con ella, más revuelo por parte de ella. Él la miraba con semblante divertido y una vez que la muchacha hubo parado, con la angustia pintada en su rostro, él la besó, en mitad de la sexta campanada. Y esa sería la última que escuchasen, porque ahora se dirigían juntos al castillo, donde iban a vivir felices y enamorados...porque las verdaderas historias de amor, no tienen por qué ser tan complicadas...
Por: Stefania Denisa Brinceanu
Por: Stefania Denisa Brinceanu
No hay comentarios:
Publicar un comentario