De pié, mirando al frente, intentando divisar alguna forma en la espesura del bosque. Esperando, esperándote... a que aparecieras. Estaba a punto de girarme y marcharme, pensando que me habías traicionado de nuevo y que yo había confiado en ti para nada; imaginándome la peor de las opciones. Pero un segundo antes, te vi. Venias corriendo, dejándote la vida en ello, dejándotela por mí. Se dibujó una sonrisa en mi boca y eché a correr hacia ti. Estabas muy lejos, pero no me importó. Seguí corriendo, sentía un ansia brutal por tenerte cerca de mí. Me quemaban los pulmones, pero no paré. Nos íbamos aproximando rápidamente hasta que nuestros cuerpos chocaron y se enredaron en un abrazo tan fuerte, que pensé que se me saldría el corazón. Estaba agotada, escuchaba mi respiración fuertemente al igual que la tuya. Me cogiste con fuerza, evitándo que me desplomara. Buscaste mi cara y me besaste. Fue como si tú también sintieras lo mismo que yo; como si me hubieras echado de menos, como si reconocieras que te habías equivocado al elegir marcharte... Y entonces, se me escapó un susurro.
+No sabes cuanto te he echado de menos... -dije posando la vista en el suelo.
-Sí, si que lo sé. -agarró mi barbilla e hizo que alzara la mirada para encontrarme con la suya- Por eso estoy aquí. No podía vivir más sin ti.
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