La amplia calle estaba en penumbra, solo unas cuantas farolas le proporcionaban suficiente luz para poder transitar por ella sin "peligro" alguno. Los altos edificios del fondo se mezclaban con otros de menor tamaño, creando una sensación de heterogeneidad total. Contribuían a ello unos altos árboles que flanqueaban la oscura calle y le proporcionaba también una fría imagen. No alcanzaba a ver con exactitud todo lo que me rodeaba pero había algo que me ponía los pelos de punta, y era el hecho de encontrarme freante a aquel deconocido que me contemplaba impasible.
Su vestimenta era completamente oscura; la amplia chaqueta se movía con cada ráfaga de viento produciéndole un aspecto terrorífico. Lo único que pude percibir en su rostro fueron dos grandes y gélidos ojos azules. Esa mirada penetrante estaba posada en mí y me producía un intenso desasosiego.
No parecía ser mucho más alto que yo, cosa que me tranquilizaba, pues pensaba que podría defenderme bien si las circuntancias me obligasen a ello. Sin una palabra me agarró del brazo y percibí que su mano estaba extrañamente caliente. No me dio tiempo a reaccionar cuando de pronto me vi en un callejón sucio y maloliente bajo la intensa luz de una farola. Entones percibí con claridad su rostro y me sorprendió comprobar que no era más que un muchacho de poco más de dieciséis años. Por unos instantes me tranquilicé, pero de pronto me vino a la cabeza esa mirada que me volvía a contemplar.
Bajo aquella luz pude verlo perfectamente; era más alto de lo que me había parecido en un primer momento y bastante más fuerte de lo que pensaba. Su cabello dorado estaba revuelto debido al viento que se hacía más y más intenso. Esos ojos azules que emanaban frío contrastaban con su piel extremadamente cálida. Me llamó la atención su indumentaria ya que ahora podía apreciarla perfectamente. Su camiseta estaba hecha jirones y sus pantalones presentaban un aspecto lamentable. Lo único que se conservaba de una sola pieza era la chaqueta, esa chaqueta que no paraba de ondear a su alrededor. Me inquietaba y me intrigaba al mismo tiempo...
Parecía que iba a hablar pero en el preciso momento en el que entreabrió los labios, un ruido ensordecedor lo sobresaltó. Mi corazón se aceleró más si cabe y en una fracción de segundo me vi rodeada por esos fuertes brazos que me hacían daño... Una vocecilla dentro de mi cerebro me decía que mi vida iba a cambiar y que la palabra "daño" se vería introducida en mi vocabulario más de lo deseado...
Por: Denisa Brinceanu
Por: Denisa Brinceanu
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