Yo estaba ahí ,sentada, fumando mi cigarro matutino. Había bastante gente ,pero el humo ya no me dejaba ver bien quien había. Mi visibilidad alcanzaba a mirarle, a esos ojos verdes tan directos, mirándome durante un segundo.. Sólo se dedicó a echarme una sonrisa barata y una milésima de segundo después pego sus labios junto con los de su chica, aquella que soltaba carcajadas mientras él ponía suavemente fin al beso. No pude aguantarlo más, me tropecé con esa piedra y me eché a llorar. Esa imagen iba a quedar grabada en mi cabeza para siempre, era mi peor miedo.. Mis lágrimas no podían parar de salir, cuando parecía que mi soponcio había terminado, levantaba la mirada y volvía a caer. Sentía como poco a poco mi corazón se quemaba por dentro, sentía que me moría y que no había marcha atrás. Había perdido mi vida y no sabía como volver a renacer. Yo pensaba que esta vez era la buena, que iba a merecer la pena esperar y sufrir un poco más de lo que lo había hecho. Pero me dí cuenta de que mi asquerosa y repugnante vida había pasado por mis narices en dos minutos, esos dos minutos que se me hicieron como trescientas vidas. Ver como en ese beso todas mis esperanzas quedaban grabadas en sus gargantas, hizo que me destruyesen.
Sólo han pasado como tres días, sigo sin encontrar ningún sentido a nada, y él apenas me habla.. supongo que ni siquiera se sentirá culpable por haber destruido mi vida.
Cogí otro cigarrillo, me asomé a la ventana de mi oscura habitación y calada por calada mi poco sentido común se iba deshaciendo. Pensamiento tras pensamiento, mi esperanza de vida se iba agotando. Estaba claro que me había metido en un pozo, y que posiblemente siguiera en él bastante tiempo.
Por: Mireya Rubio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario