Encontré tu mirada entre la gente y apareciste en mi cabeza. Entonces ocurrió. Fue como un autoreflejo; y antes de que llegara más lejos, mi subconsciente me dijo: "¡para!". No quise pensarlo más por lo que pudiera pasar, como se me complicarían las cosas… Así que en ese mismo instante desapareciste, pero cuando volví a mirarte, hubo un segundo enfrentamiento entre el corazón y la razón y esta vez no pude impedírselo. Ganó el pulso el corazón. Me convenció y entonces yo, pobre tonta y presa fácil, caí en tu trampa. Ahora te quería y estaba dispuesta a hacer lo que fuera por que tú hicieras lo mismo.
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