Siento como la hierba se enreda en mis tobillos y como el aire me acaricia la cara y me alborota el pelo. Estoy sola, en un valle verde y desierto, por fin. Cierro los ojos y noto como mis problemas vuelan y se los lleva el viento, las inseguridades y los miedos se alejan y desaparecen... Puedo distinguir el olor de todas las flores y escuchar el sonido del choque del agua en una cascada, pero noto que algo se acerca. Aprieto los ojos con fuerza y los mantengo cerrados, pero siento algo familiar, conocido, tu presencia. Abro los ojos y estás aquí, tan cerca y más perfecto que nunca. Sonrio, sonries. Puedo ver mi reflejo en tus pupilas chispeantes de alegría. Ambos nos dejamos caer sobre la hierba. Entonces, apoyo mi cabeza suavemente sobre tu pecho y noto tu respiración y los latidos constantes de tu corazoncito al compás con el mío. Ahora, me doy cuenta de que te echaba de menos; echaba de menos tus caricias, tus miradas, tus sonrisas, tus ganas de comerte el mundo... te echaba de menos a ti. Me di cuenta que escaparnos juntos y perdernos lejos de cualquier lugar en cuanto no mire nadie, esa era mi verdadera libertad, mi paz, estar solos tú y yo.
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