domingo, 1 de mayo de 2011

Una eterna milésima de segundo.

-Bueno, y ¿qué tal las clases?
+Van bien. Aunque, claro, no son lo mismo sin ti, supongo.
-Vamos no te pongas así, me coincidían con el entrenamiento.
+Ya, pero me gustaba que me ayudarás en mates, ya sabes que nunca se me han dado muy bien.
Tras salir del metro, un hombre miró de arriba a abajo a la muchacha y sonrió exageradamente soltándole un piropo.
-Ponte al otro lado de mí. Es asqueroso.
+Dímelo a mí, que soy la que lo vivo.
El chico hizo una mueca de desesperación y la muchacha se echo a reír.
+¿Has pensado ya que quieres ser?
-Venga no empecemos otra vez. Sabes que lo tengo claro.
+¿Entonces no piensas hacer bachiller?
-No.
+¡¿Es que no te das cuenta?! 
-Ya lo he hablado con mis padres y contigo también, no voy a cambiar de idea.
+Vale, olvídalo. Me ha puesto de mal humor el tío ese.
-Que no estudiemos juntos no va a cambiar nada.
+Te veré menos.
-Vaya, ¿desde cuando eres tan romántica?
+Ya sé que no lo soy. No me des el coñazo por favor.
-Espera, espera.
La agarró cuidadosamente del brazo y la detuvo. Se colocó frente a ella y una de sus manos se entrelazó entre la mata de cabello de la muchacha. Sus labios se entreabrieron más, entregándose por completo al beso.
-Te quiero.
+Ya lo sé.
-Tú siempre tan modesta.
+No me hagas reír, que puede que hasta llore.
-Nunca te he visto llorar.
+Nunca necesité hacerlo delante de ti.

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