sábado, 14 de mayo de 2011

Pensamientos

Me levanté, me miré de un vistazo rápido y me avergoncé. Recordé todo lo que había pasado en las últimas dos horas y los ojos se me llenaron de lágrimas, pero decidí hacer un esfuerzo y contenerme. Pretendía mantener el poco valor que me quedaba, pretendía no ser débil aunque fuera por unos instantes, pretendía demasiadas cosas asi que no pude y sentí el familiar tacto de una lágrima deslizarse por mi mejilla y acabar en le frío suelo, junto a todas las que la precedieron y las que la sucederán, porque me conocía y desgraciadamente sabía que pese a la rabia que me recorría por dentro y me hacía creer que podría sobrellevar la situación, era débil, insignificante y muy sensible.
Por enésima vez inspiré y retuve el aire unos segundos. Pensé, y me di cuenta de que siempre pasaba lo mismo, que tade o temprano caía, me dejaba ilusionar y creía que iba a ser diferente, pero no, aunque en el fondo de mi corazón sentía que podría levantarme de nuevo.
Un fuerte latido de mi corazón me hizo reaccionar, me hizo decir ya basta y revelarme contra mi misma, me hizo sentie más que nunca que era fuerte, que era yo la que iba a hacer sufrir. Me sentí radiante, plena, eufórica, sentía que era capaz de hacer todo, no obstante mi cuerpo no reaccionaba igual que mi corazón y no me permitía moverme, no me permitía respirar...
Rebusqué entre mis recuerdos más recientes y lo encontré, el motivo de todo aquello era esa herida, esa que surgió de mi corazón y poco a poco se materializó en mi cuerpo. Sabía que dentro de poco tiempo mi corazón también iba a dejar de latir...
Por: Denisa Brinceanu

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