Me levanté, me miré de un vistazo rápido y me avergoncé. Recordé todo lo que había pasado en las últimas dos horas y los ojos se me llenaron de lágrimas, pero decidí hacer un esfuerzo y contenerme. Pretendía mantener el poco valor que me quedaba, pretendía no ser débil aunque fuera por unos instantes, pretendía demasiadas cosas asi que no pude y sentí el familiar tacto de una lágrima deslizarse por mi mejilla y acabar en le frío suelo, junto a todas las que la precedieron y las que la sucederán, porque me conocía y desgraciadamente sabía que pese a la rabia que me recorría por dentro y me hacía creer que podría sobrellevar la situación, era débil, insignificante y muy sensible.

Un fuerte latido de mi corazón me hizo reaccionar, me hizo decir ya basta y revelarme contra mi misma, me hizo sentie más que nunca que era fuerte, que era yo la que iba a hacer sufrir. Me sentí radiante, plena, eufórica, sentía que era capaz de hacer todo, no obstante mi cuerpo no reaccionaba igual que mi corazón y no me permitía moverme, no me permitía respirar...
Rebusqué entre mis recuerdos más recientes y lo encontré, el motivo de todo aquello era esa herida, esa que surgió de mi corazón y poco a poco se materializó en mi cuerpo. Sabía que dentro de poco tiempo mi corazón también iba a dejar de latir...
Por: Denisa Brinceanu
Por: Denisa Brinceanu
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